sábado, 12 de enero de 2013

Onofre, el zorro

Silvino, el gato, llevaba largo rato pensando como contrarrestar el golpe, se sentía enfadado y humillado, vamos que se sentía un imbécil. Había descubierto aquel tratado de espeleología (por llamarlo de alguna forma) casi por casualidad, porque llevaba tiempo allí y no lo había leido. Ya sabes,  la curiosidad mató al gato. Empezó a leerlo como hacía siempre, animado y revuelto, le gustaba leer entre lineas e intentar saber que parte sería mas interesante para él. Pero pronto empezó a sentirse mal, lo que leía hacia que se le encogiese el estómago, no entendía porque el autor había escrito semejante manuscrito. Cual era la razón para escribir eso y porque ahora? Se sentía triste, como se podía tratar con tan poco cariño algo tan hermoso, tratarlo como si fuera una piedra cualquiera del camino. Creo que se merecía algo mas que la conclusión que le estaba dando, creo que el autor se había equivocado escribiendo aquello. Dió la vuelta al libro para ver quien era el escritor...cuando leyó el nombre no dió crédito:

-Onofre, el zorro!!!- gritó

Onofre y él habían sido grandes amigos, lo habian compartido todo, incluso su amor por la espeleología. Muy a su pesar y por circunstancias que ahora no vienen al caso, habian tenido que separarse y solo habia sabido de él por amigos y familiares. Pero de pronto, aquello habia llegado a sus manos y no podía hacer otra cosa que sentirse contrariado y triste...Como hablaba así de algo que habian compartido juntos?algo que les habian hecho felices?tuvo ganas de llamarle y decirle cuatro verdades. Intentó relajarse. Releyó el manuscrito una y otra vez por si se le habia escapado algo, pero no habia nada que hacer...aquellas lineas le ponian triste y le destrozaban el corazón...supongo que no todos tenemos los mismos recuerdos sobre algo que amamos o que a algunos le es mas fácil odiarlo y olvidarse. El mismo había escrito pequeños ensayos sobre aquel tema, pero siempre desde un punto de vista precioso aunque terrible, esperanzador pero imposible. Ahora no sabia que pensar, quizás todo habia sido una patraña y lo que habian vivido solo habia sido real en su mente.

Silvino, el gato, lloró en silencio en su madriguera e intentó dormir...puede que algún día tenga ocasión de sentarse con Onofre, el zorro y le pida una explicación.

1 comentario:

  1. Igual…

    Igual Onofre se dio cuenta, y más conociendo a Silvino, de la interpretación que el minino podría darle a aquel tratado de espeleología. Quizá el gato, con cierta tendencia hacia la negatividad, decidía no querer ver la diferencia establecida por el autor, de forma en absoluto casual, entre pedruscos y diamantes. No querer empatizar con el dolor del masoquista.

    Igual el zorro se puso en contacto con Silvino, como excepción de la excepción, para aclarar el tema, y poder decirse un “hasta luego” eterno, dulce y merecido (esperanzador y terrible, por supuesto). Igual Silvino no quería recibir esa llamada. Igual estaba extraña e injustamente enfadado. Casi indignado. Y, queriendo o sin querer, trató a Onofre como una molestia apestosa. Un pesado con el que nunca compartió nada. Igual Onofre se sintió como un puto imbécil.

    Igual decidió dejar de rellenar aquella libreta para Silvino. Igual decidió no molestarle nunca más. Ni enviarle mensajes secretos. Ni escribir para el gato, ya que no conseguía otra cosa que causarle un extraño dolor y recibir los consecuentes reproches, incluso por historias que nada tenían que ver con el minino. Igual Onofre ya no va a participar en más juegos ni batallas. Igual lo confirmó al escuchar la canción más terrible y envejecedora del mundo.

    Igual Onofre está ahora encerrado y triste en su madriguera, lamiéndose las heridas, y no piensa salir hasta que esté totalmente curado. Igual ésta es la excepción, de la excepción, de la excepción y no habrá más.

    Firmado: Onésimo, el lobo.

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