viernes, 30 de agosto de 2013

martes, 27 de agosto de 2013

Los contadores de historias...

Corrieron por Madrid detrás de algún escondite solo para los dos. Decidieron sin quererlo que aquel era un buen sitio, la ciudad no estaba colaborando como debía y ellos se sentían ansiosos de buenas conversaciones. Se sentaron en la piedra fría y él comenzó una historia. Siempre contaba historias fascinantes, o eso le parecía a ella. Le gustaba mirarlo y escuchar. A veces, habría jurado que se las inventaba, pero sabía que no podía mentirle.

Él terminó su último cuento y ella comenzó su réplica. No intentaba impresionarlo, ni contar una historia mejor, sòlo quería aportar sus vivencias al imaginario común. Era lo que tenían, sus palabras.

Un día, no hacía mucho, habían comenzado a hablar y nunca habían encontrado la forma de parar. Supongo, que no tenían límite. Supongo, que eran contadores de historias y habían encontrado alguien que los escuchaba.

Él ya había comenzado una nueva historia cuando ella lo sintió. Era pronto para decírselo, así que, guardó silencio y sonrió. Pero fue aquella noche, la primera vez que supo que le quería.



El tiempo del té

Y escuchó todo lo que él tenía que decir,
y sintió que la culpaba de todo,
decidió entonces no volver a ir,
decidió entonces alejarse del todo.