Él terminó su último cuento y ella comenzó su réplica. No intentaba impresionarlo, ni contar una historia mejor, sòlo quería aportar sus vivencias al imaginario común. Era lo que tenían, sus palabras.
Un día, no hacía mucho, habían comenzado a hablar y nunca habían encontrado la forma de parar. Supongo, que no tenían límite. Supongo, que eran contadores de historias y habían encontrado alguien que los escuchaba.
Él ya había comenzado una nueva historia cuando ella lo sintió. Era pronto para decírselo, así que, guardó silencio y sonrió. Pero fue aquella noche, la primera vez que supo que le quería.
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