miércoles, 30 de octubre de 2013

Noviembre



Recuerdo que bajé las escaleras despacio, llovía mucho y no quería resbalarme. Mi mano casi no llegaba al final de la barandilla así que pensé que igual era mejor agarrame a los barrotes. Las campanas de la catedral empezaron a sonar. Levanté la cabeza y la vi surgiendo en medio de la ciudad. "Las 2" pensé.  Seguí bajando poco a poco las escaleras que me quedaban, tengo las piernas pequeñas y me cuesta demasiado bajar por estas enormes piedras mojadas.

Empezé a recorrer las calles intentando reconocer algún lugar que me sirviera de guía, pero era de noche y todo me parecía extraño y lúgubre. Hacía frío. La verdad, es que cuando vi la puerta abierta y decidí salir ni siquiera había pensado en eso. Tengo cinco años, supongo que puede perdonarseme el descuido.

Creí sentir que alguien estaba detrás mía, pero cuando me giré solo sentí el viento en la cara. Estaba lloviendo de nuevo, cada vez mas fuerte. Mis pies descalzos empezaban a resentirse y a ponerse de color azul.

Giré una esquina y la ví. No brillaba tanto como la recordaba, supongo que sin las luces encendidas una tienda de golosinas pierde bastante intensidad. Me acerqué al cristal y pegué la cara. Oí un ruido a mi espalda, pensé que sería el viento, pero el ruido me hablaba, así que me di la vuelta. Delante mía un vagabundo barbudo y sucio me miraba e intentaba decirme algo. Yo no le entendía. Igual era otro idoma o simplemente el contenido del cartón de vino que llevaba en al mano derecha.

- Que hacer aquí, pequeño? No es hora de estar en calle un niño.

Se me había dicho que no hablase con desconocidos así que rehusé contestar. El vagabundo insistió.

- Do you speak english? Are you lost?

Yo seguía mirándolo callado, creía que si lo ignoraba lo suficiente, se iría. El hombre balbuceo alguna cosa ininteligible y desapareció entre la niebla de noviembre. Volví a girarme hacia la tienda. No entendía porque no había nadie allí, yo solo quería unas "chuches". Cuando habíamos estado allí por la tarde la chica y mamá me habían prometido que la próxima vez que volviese me darían una bolsa. Bueno pues allí estaba, había vuelto y quería mis "chuches". Esperé durante un rato y decidí tocar en la puerta. Como imagináis, nadie respondió. Empezé a sentirme cansado y con demasiado frío. Había dejado de llover pero realmente daba igual, todo estaba extremadamente mojado.

Debieron pasar veinte minutos, aunque a mi me parecieran horas, cuando decidí acurrucarme en el escalón de la puerta de la tienda y cerrar los ojos. Escuchaba algún coche lejano, pequeños animales moviéndose pero sobre todo el viento. Una gotera empezó a caer en algún lugar. Debí quedarme dormido pero no recuerdo en que momento. Una lástima, la verdad me hubiese gustado saber que fué lo ultimo que oí o que pensé. Quizás fué el sonido de un gato cruzando la calle o las campanadas de las cinco, nunca lo sabré.

martes, 22 de octubre de 2013

Inconsolable...

"Durante mucho tiempo mi desconsuelo fue total. Inconsolable... Así estaba yo, cariño. Anota esa palabra en tu pequeña libreta. Puedo decir por experiencia que es la palabra más triste de todo el diccionario. Bien, pero al final pude superarlo. El tiempo es un caballero, dijo un sabio. O alguna mujer vieja y cansada, quién sabe."


Raymond Carver. Tres rosas amarillas

sábado, 19 de octubre de 2013

El gato chino

Estuvo un buen rato mirándolo. Le tocaba el bracito y veía como se movía, hacia delante y hacia atrás. Hizo esto varias veces hasta que agarró con fuerza al pequeño gato del brazo y consiguió que frenase en seco su movimiento. Lo miró durante unos segundos y comenzó a hablarle.

- ¿No puedes parar verdad? ¿No puedes dejar de hacerlo? Hacia delante y hacia atrás, una y otra vez. Nunca te cansas, claro, te han creado para esto. ¿Sabes qué, gato estúpido? Creo que deberías dejar de hacerlo, porque realmente ya no me diviertes, nunca lo has hecho, prometías ser mas interesante y fabuloso de lo que en realidad eres...

Le soltó la pata al gato, se levantó y lo dejó sobre la mesa. Se encaminó hacia la puerta de la habitación. De pronto, a su espalda alguien empezó a hablar.

- Es curioso que digas que yo soy estúpido...

Él se dió la vuelta sorprendido buscando el origen de esa voz. Sabía que no había nadie allí, pero él había oído una voz.

- No se que estás buscando, soy yo el que te habla. El gato estúpido...

No podía creerselo pero la voz salía del pequeño gato dorado, fué hasta él y lo revisó, nada extraño. Volvió a dejarlo en la mesa y antes de que pudiera darse la vuelta, el gato prosiguió:

- Me parece bien que hayas llegado a esa conclusión. Pero no me gusta que me insulten ¿Crees que soy estúpido por hacer siempre lo mismo?  A mi me han creado para esto y esto es lo que hago, y lo hago lo mejor que puedo. A veces más rapido, a veces mas lento, pero siempre sonriendo, eso me han enseñado. Estoy aquí con el pecho erguido día y noche moviendo mi brazo para que tu seas feliz. Te parecía especial, me compraste por eso ¿recuerdas? Había mil cosas mas allí y tenías mil cosas mas en tu habitación y aún así me compraste. Sabías lo que era y lo que hacía, pero también sabías que te haría feliz, que te hago feliz. ¿Y tu me llamas estúpido?