viernes, 16 de mayo de 2014

Dos floreros y un diván

Le tocó la cara despacio, recorriendo sus facciones. La miraba extrañada. Su rostro se le hacía demasiado conocido pero no era capaz de recordar quien era. Se separó de la silla y siguió mirandola desde cierta distancia. No se movía y estaba muy fría pero notaba como su pecho se hinchaba, así que no estaba muerta.

Se sentó en la silla que había colocada enfrente. Empezó a observar el espacio. Era una habitación bastante grande. Del techo colgaba una lampara de araña, tenía casi todas las bombillas pero solo funcionan 4 o 5 y algunas intermitentemente. El suelo estaba cubierto por una alfombra grande de color verde, no le gustaban las alfombras, así que tampoco reparó mucho más en ella. El resto de la habitación estaba formado por diferentes tipos de muebles, una silla de madera, un sillón de polipiel, una cómoda blanca con espejo ovalado pero en la que no había espejo, un diván, una mesa de cristal y alguna estantería. Encima de cada uno de ellos había objetos que no se correspondían con la estancia: mariposas de papel, una muñeca desnuda, fotos viejas, un juego de licor, dos floreros, revistas de corazón, libros amontonados en pilas hasta el techo y una innumerable lista de artículos extraños. Cuando hubo terminado con el reconocimiento de la habitación, se dio cuenta de que no había puerta de salida. Se levantó extrañada para empezar a buscarla. Entonces, la mujer desconocida la siguió con la cabeza. Ella se giró para intentar hablarle al sentir su movimiento, pero su cabeza volvía a estar mirando al frente. Se olvidó entonces de la puerta y volvió a dirigirse hacia aquella mujer morena y pálida que se sentaba inerte en la silla.

- ¿Quien eres?- le preguntó, aunque no esperaba respuesta - ¿Nos conocemos?

La mujer de la silla no hizo el mas mínimo movimiento. Ella comenzó a caminar a su alrededor mientras no dejaba de mirarla. Se fijo en la mano derecha de la mujer, tenia unas manos bonitas, dedos largos, quizás un poco huesudos. Empezó a mirar la izquierda también, y descubrió una pequeña cicatriz en la muñeca, demasiado pequeña para un intento de suicidio, demasiado grande para una herida superficial. Cogió la silla vacía, la acercó y se sentó. Le levantó la cabeza, le era tan familiar.

Empezaba a tener calor, se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de la silla.  Se levantó  y empezó a revolver la habítación buscando algo con lo que entretenerse. En uno de los cajones encontró un pequeño espejo de bolso.Volvió a donde estaba la mujer. Puso sus caras pegadas y levantó el espejo. Se parecían tanto. Pero ella, ella era tan vieja y parecía tan triste. Empezó a zarandearla.

-¿Quién eres? ¿Despierta? La agitó mas fuerte mientras le gritaba.

La mujer le agarró una mano y sin perder la expresión de tristeza la miró a los ojos. Ella se sobresaltó. Hubo un instante de silencio. Entonces se dio cuenta de quien era y lloró intensamente. Cuando consiguió calmarse, decidió que tenía que salir de aquella habitación y aunque le costase la eternidad, encontraría la puerta de salida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario