martes, 7 de enero de 2014

Salomón

Estaban sentadas en el borde del puerto. Los pies le colgaban hacia el agua pero la marea estaba baja, así que no iban a mojarse. La primera, apoyaba su cabeza en la barandilla, sobre sus brazos. La segunda, los apoyaba sobre la carretera echando la cabeza hacía atrás. La segunda subió la cabeza y se incorporó hasta la barandilla.

- ¿Estás bien? O sea, se que no estás bien, se que le querías, pero te veo tan calmada…

La primera salió de su ensimismamiento y levanto la cabeza, llevaba puesta la capucha de la sudadera y  no podía verle bien la cara a su amiga así que se la quitó.

- Sí, no sé. Supongo que estoy calmada, porque he hecho lo correcto. Debía dejarle ir. 

- ¿Debías dejarle ir? Nunca entenderé eso…

- No sé, supongo que es como lo de Salomón…

- ¿Quién?

- ¿Salomón?

- No se quién es…

- Ateas... - rió, la primera - Salomón era un rey muy sabio. Un día llegaron dos mujeres reclamando que un bebé era hijo suyo. Salomón no sabía que hacer, porque no podía adivinar de quien era el niño, así que se le ocurrió una treta. Mandó llamar a las mujeres y les dijo: "Bueno, como no se de quien es el bebé, lo que haré será partirlo a la mitad y así las dos tendréis parte de él" Una de las mujeres horrorizada dijo que eso no podáis ser, que el bebé moriría y que ella renunciaba a él. Salomón entonces supo que esa era la verdadera madre del bebé.

- ¿Ein? ¿Por qué solo la verdadera madre querría que su hijo no muriese? - dijo la segunda con todo pedante -  ¿Así que tu eres su madre? - y estalló en una carcajada, rompiendo el silencio que reinaba a esas horas en el puerto.

- No, imbécil!! No sé, yo solo quiero que sea feliz, si yo no soy lo que quiere, ya está, debo dejarlo ser féliz con ella. 

- Pero tu le quieres.

- Sí y como le quiero, tengo que dejarle ir. No puedo intentar retenerlo sólo porque yo le quiera. 

- Ya bueno…será eso y que no la deja…Ahora no vayas de mártir…

- Bueno eso también!!!

Las dos se echaron a reír.

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